Filosofía: alma, vida y sociedad
- Beatriz Eduarte
- 16 jun 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 jun 2020
El día que la filosofía muera, morirá con ella el alma del Hombre. Los valores hace tiempo que penden de un hilo del que ni las Moiras son capaces de cortar, bien por miedo, o bien por duda. Sin embargo, de las dos, la duda es la única aceptada en los fangosos caminos de la ilustración del Ser. La duda, implica la existencia de varias opciones entre las cuales se ha de elegir una. Solamente una. Y, en estos casos, los seres humanos, una vez enfrentados al dilema desarrollamos la capacidad de la intuición. Pero he aquí necesaria la definición exacta de la palabra, ya que en la mayoría de la ocasiones se confunde con el instinto. La primera, cierto es que no exige de un razonamiento o estudio sosegado y profundo, pero sí de una comprensión instantánea, e incluso evidente, de lo que se tiene ante sí. Mientras que el instinto, obedece en parte a una inspiración divina, sugestión, o simplemente un modo de acción que no tiene tampoco porqué estar supeditada al raciocinio, puesto que prima la escucha de esa voz interior que todos tenemos. Llámele conciencia o susurros de un posible Espíritu Supremo que nos llegan cual cuentagotas y, únicamente, cuando de verdad queremos oírlos o prestarles la debida atención.
De las posibilidades que se plantean en la época actual, me inclino a pensar que los valores acabarán salvándose aunque para ello sea necesaria la superación de la primera gran prueba a la que están sometiendo nuestras almas: privación de libertades, tendencia a la tiranía, a la opresión, a la manipulación… ¿En qué momento se pasó de un extremo a otro? ¿En qué momento los dirigentes se empeñan en negar o limitar el derecho al pensamiento, a la historia y a nuestro pasado? ¿En qué momento el hombre dejó de alzar la voz, en lugar de acatar aquello que se le ha ido imponiendo bajo falsas medidas y leyes que, supuestamente, protegen al ciudadano?
Cuando estaba en la universidad y proyectaba mi futuro, no imaginé que fuera a tener este contexto. Ni pensé que mi generación fuera a vivirlo con cierto miedo. Miedo frente al qué pasará, frente al cómo saldremos de esto…Pero entonces, cuando el miedo aflora se impone la duda y, a ésta otra, el arrojo y el coraje para cambiar el punto de vista con el que se ha estado enfocando la situación. La introspección, ha ido ganando terreno; el conocerse a sí mismo aunque el ‘yo’ no baje de la rueda del cambio; y la destrucción del ego sin caer en el narcisismo con el fin de poseer el más alto grado de conciencia de uno, teniendo en cuenta las flaquezas, los miedos. Los defectos, en general, pero con sus contrafuertes virtudes. Y entonces, una vez que se conozcan las grietas que se tengan, el ciudadano sufrirá la correspondiente transformación. Se hará cenizas y emergerá desplegando sus alas cual ave fénix. Cuando la ciudadanía apueste por sí misma, por potenciar el ‘Yo’ para después ayudar al ‘Otro’, quizá entonces llegue el día, dentro de unos años, en que los políticos actúen bajo los valores que en la Antigüedad asentaron las bases de nuestro comportamiento y buen hacer, y recuperemos, entre todos, el derecho a llamarnos sociedad de bienestar.
Sin embargo, a pesar de esta crisis, no nos queda más remedio que guarecernos bajo un manto de esperanza. La misma a la que se aferra Andy Dufresne (Tim Robbins) en Cadena Perpetua (Frank Darabont, 1995), junto a la libertad de su espíritu. Un Derecho de Libertad que por nada será arrebatado, aunque se empeñen en silenciar o en construir cercos con los que mantenernos dentro del orden establecido. De manera que conviene no olvidar el poder de las tres íes: intuición, que nos permitirá descubrir nuestra propia Verdad. Sin artificios, ni velos, ni manipulaciones; instinto, con el que discerniremos la diferencia entre las vías que se dibujan bajo nuestros pies, ayudándonos -en el momento de la elección- a escoger el camino correcto; e introspección, pues en el ser humano está el poder de modificar su interior hasta tal punto que termina repercutiendo en aquello que le rodea en honor al bien, a la justicia, a la ética y a la moral. En definitiva, a los valores que algunos han perdido pero que no han dejado de forjarse y fortalecerse en otros, a la sazón del ciclón en el que nos encontramos.
Comments