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"El jardín secreto" de Frances Hodgson Burnett

  • Foto del escritor: Beatriz Eduarte
    Beatriz Eduarte
  • 10 ene 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 27 ene 2020

Me llama la atención que cuando se busca información detallada sobre autores literarios, lo único que internet es capaz de ofrecerte sean breves resúmenes de su biografía pública, pero poco o nada acerca de la persona y mucho menos de su esencia. Considero que puede entenderse cómo era el carácter y la personalidad de un autor, o autora, en base a los escritos, las obras y el legado que al fin o al cabo dejaron. El jardín secreto fue publicado en folletos en 1910 y finalmente completo en 1911. En este pequeño y, a su vez, gran paseo a lo largo y ancho de la mansión de Misselthwaite ubicada en un páramo relativamente cercano a Yorkshire, la protagonista encontrará lo que siempre ha estado ahí pero a lo que nunca ha sabido prestarle atención. Ni mirarlo con los únicos que valen: los del alma.


Más allá de los acontecimientos célebres y reconocidos de la escritora, lo cierto es que todo aquel que pose su mirada en el relato que nos presenta, raro es que no sienta, una vez terminado, la pronta modificación de los engranajes internos que conforman su espíritu. Este libro, puede llegar a las manos de los lectores de dos formas: o bien por casualidad –lo que significaría que le ha llegado en el momento adecuado. De modo que le recomiendo que lo lea–; o bien por recomendación y alguna que otra enseñanza previa acerca de la esencia de aquello que nos rodea. De tratarse de esto último, entonces reconocerá en él algunas de las sensaciones que comienzan a experimentarse cuando se empieza a tener consciencia real de la vida que fluye, latiendo a nuestro alrededor, y observará que es muy llamativa la manera en la que actúa la mera existencia. La forma en la que germina, en la que empieza a crecer, progresando y avanzando, pues en ningún momento cesa en su continuo movimiento. No existe nada que pueda mantenerse fijo por un breve período de tiempo, ni siquiera por un segundo. Aunque existen, por otro lado, teorías acerca de una fecha concreta en la que el transcurso del tiempo fue inmovilizado por obra y orden de Dios…


Sin embargo esa, es otra historia de la que hablaré en otra ocasión. Lo que ahora nos ataña es el argumento sobre el que se basa este libro que tiene por título El jardín secreto, y que trata tanto de la visión, como del descubrimiento de una niña que en un principio tiene un carácter distante, cerrado y egoísta, pero a medida que sale poco a poco de sí y de la mansión en la que es obligada a vivir con un tío al que nunca ha visto, su percepción de cara al mundo cambia siguiendo el ritmo que le marcan los personajes secundarios que van incorporándose en esa nueva etapa. Y es que toda historia suele comenzar con un viaje. El famoso "viaje del héroe" como lo describen la mayoría de las teorías que explican la fórmula mágica sobre la que se asienta una buena historia. Aunque en este caso se trate del viaje de la heroína pues la protagonista, Mary Lennox, irá de la mano con el lector a la hora de explorar aquello que tiene al otro lado de la ventana y que no es nada más que la naturaleza en su más pura esencia. Recordando en ocasiones el lugar donde nació, la India, y adaptándose al lugar donde se encuentra: Inglaterra.


Hace algún tiempo, alguien me dijo que aquel que quisiera dedicarse a la comunicación, fuera por medio de la pintura, de la escritura, de la música… O del arte, en general, dependía de su visión. De la visión que tuviese el propio creador de la obra. Se dice que Frances Hodgson era partidaria de la teosofía y el espiritismo, y sin tener la necesidad de posicionarme del lado de una u otra doctrina, lo cierto que es que ambas tienen como finalidad la de encontrarse lo más cerca posible con lo creado. Llámese Dios, o energía primordial, o el Uno y el Todo en el que tanto creía Platón... Tampoco importa. Decía Sócrates que las denominaciones muchas veces eran completamente innecesarias, porque una vez que se le atribuye un nombre a ‘algo’, a partir de entonces su carácter queda delimitado al entendimiento lógico y razonado del ser humano, despojándole de la naturaleza o condición divina con la que fue creado ese algo. De manera que en ocasiones, lo más aconsejable es no dejarse llevar por los nombres, las palabras y las denominaciones, y simplemente fluir a través de tu propio ser. El entendimiento llegará después pero, previamente a ello, lo necesario es sentir ya que así resulta más fácil poder darle una explicación a lo que ha podido suceder y, a su vez, a la manera en que ha sido percibida la información recibida.


Esta es, en parte, la enseñanza que nos transmite Frances Hodgson en El jardín secreto. Aquellos que han experimentado por sus propios medios cómo se les hincha el pecho, elevándose lenta y progresivamente hacia un lugar (in)visible únicamente reconocido para la consciencia y el alma, entonces conectarán no sólo con el libro sino también con su autora, respirando, oliendo, tocando y elevando cada uno de los sentidos al grado y al nivel al que vivía y sentía ella. Y como el soneto, del gran escritor español Lope de Vega, decía: "(...) quien lo probó, lo sabe". Pero en este caso no se trata de amor, sino de la esencia de nuestra propia naturaleza.

¡Disfruten de su lectura!

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